En Siero está ubicada la empresa Ataúdes Chao (un nombre real y muy apropiado para las despedidas mundanas e informales, aunque supongo que razón social casual por cosa del apellido para la industriosa firma que fabrica los vehículos de madera que nos llevan al Más Allá y sin vuelta). El caso es que Chao no da abasto. La fábrica de cajas de muerto es un sin parar desde hace meses para responder como es debido a la demanda de trajes de madera que el coronavirus ha disparado desde la pasada primavera, algo que demuestra lo sabido: que la muerte es la materia prima más segura del mercado. En el mercado de futuros no hay inversión más sólida. El petróleo se acabará, las minas cierran, los combustibles fósiles tienen los años contados, la energía nuclear no tiene buena prensa… pero la muerte, que es la combustión de la vida, es una materia prima inagotable que, aunque suene raro, da de comer a los vivos, justificando el viejo dicho de que el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Un paseo por una fábrica de ataúdes nos saca de cualquier duda acerca de las paradojas de la economía de mercado.
Al cambio, el ser humano es como un repollo: genera más valor material cuando está muerto. El repollo va a cesta y es vendido en el mercado mientras el vecino dice chao desde su cajón a portes pagados en el que es facturado en dirección a la otra vida. Desconozco el beneficio contante y sonante que genera cada fiambre, porque además de los cajones de industrias Chao o de quién sea, la muerte mueve un incesante mercado de lápidas, flores, esquelas, funerarias, tanatoprácticos, forenses, papeleos… Y no digamos nada de la manera exponencial en la que se ha disparado la publicidad de compañías de seguros y alarmas. El miedo guarda la viña y anima la caja registradora. Tal vez haya que plantearse una revisión de las representaciones gráficas de la Parca y cambiar la guadaña por una tarjeta de crédito. La desgracia de un hombre es la fortuna del otro, está claro, y donde uno ve una epidemia el otro ve un buen balance. La muerte no es el final del camino, puede ser el principio o la continuación de un negocio para el que hay que andar muy vivo.