Minisión

Sánchez, el presidente, el perro, el cowboy estepario, el amante bandido/corazón malherido, etc, presentó una dimisión un tanto tartufesca, una cosa que iba entre jugar al escondite, una convalecencia, unos días de asuntos propios, un gatillazo o cosas así. Fue una minisión, no llegó a dimisión, palabro que me permito usar en el uso de mi libre albedrío de periodista viejo. Una minisión es una dimisión con el tubo de escape trucado para que haga mucho ruido aunque la moto no vaya más lejos de la esquina de la Moncloa. Sánchez-Castejón practicó el verbo minitir, que se parece mucho al verbo mentir (algo que Feijoo, la señorita Ayuso y compañía hacen de puta madre con ayuda de Losantos, Herrera, Vallés y demás zombis periodísticos). Lo más simpático de esta minisión o dimisión-bonsai es que demostró la gran cantidad de papanatas que hay en España a quienes se les paga muy bien por sentarse delante de una cámara para decir lo mismo y lo contrario según convenga. Politólogos metidos a pitonisos y toda clase de opinantes y opinantas, con García-Ferreras queriendo sacar su cabezón por la pantalla de mi tele con su impostado tono de que todo es alarmante, nos han amenizado los cinco días de la dimisión imaginaria con todo tipo de baboseos a favor y en contra del minisionario, como siempre, tratando de sacarle partido a un guión que no daba mucho de si porque es sabido que en España nadie deja el poder ni con agua hirviendo. Y luego estaban los de la opusición hablando de que el Estado se quedaba a la deriva por el simple hecho que el presidente se haya cogido puente para calmar a la parienta, hacerse el imprescindible y poner aún más en evidencia al PP y su cuadrilla. ¿En qué quedamos, Feijoo? ¿El presidente es un inútil o tan imprescindible que no puede estar cinco días atechau? En fin, que todo estaba bastante visto para sentencia, aunque los medios jugaron a meterle emoción al asunto para vender algo más de publicidad y medrar en el EGM. La minisión ha dejado claro que la izquierda está en proceso de achatarramiento y que la ultraderecha no tiene más propuestas que su propia bilis.

Kennedy tardó 13 días en arreglar la crisis de los misiles de Cuba, cosa mucho más complicada que este rifirrafe cortesano de cuñados, jueces sobrealimentados y periodistas del pesebre. Sánchez hizo una minisión de 5 días para tratar de desarmar la artillería enemiga, pero la vida sigue igual o peor. Los de la tribu de bustos parlantes dirán ahora que todos saldremos mejores personas y más demócratas de esta reflexión sobre bulos y lawfares (eso también lo predijeron para después del covid), o anunciarán el apocalipsis sanchista en forma de dictadura bananera. Lo de siempre. Y es que la política española es tan ratonera que solo son capaces de presentar la minisión. A uno, que ya está deprimido hasta el subsuelo por otras muchas cosas, solo le apatece presentar la dimisión. No hay remedio